Por Francisco Sierra Caballero
Una relectura actualizada del Informe MacBride (1) en el contexto de la pax americana, una vez caído el muro de Berlín y lograda la hegemonía absoluta del neoliberalismo, plantea de nuevo viejas interrogantes sobre el papel de la cultura en la geopolítica internacional, así como la función económica a desempeñar por un sector que aceleradamente ha pasado de ser un campo de carácter artesanal a generar suculentas plusvalías en ciclos cortos en cuanto al período de tiempo.
Al igual que la noción economía-mundo, el enfoque de la comunicación ilustra de qué modo han sido instrumentalizados los modernos medios de masas, a través de los diferentes paradigmas dominantes en las ciencias sociales. En este sentido, Matterlart (2) vincula tres aspectos transversales al hecho comunicativo para ejemplificar su manipulación: la guerra (p. ej. el conflicto del Golfo Pérsico), el progreso – transferencias tecnológicas y dependencia de los países del Sur -, y la cultura (la nueva cruzada del puritanismo anglosajón contra el advenimiento de las masas en la sociedad de consumo) (3).
Desde que se dieran por olvidadas las recomendaciones «tercermundistas» de la UNESCO y sus planes de desarrollo nacionales para los países económica y culturalmente dependientes de las antiguas metrópolis, el polémico debate sobre la transformación de los sistemas internacionales de información ha pasado a un segundo plano, pese a que continúan acentuándose las desigualdades, en cuanto al poder tecnológico, entre el Norte y el Sur.
La excesiva centralización de los monopolios occidentales sigue creando enormes dificultades a los países subdesarrollados, o en vías de desarrollo, socavando la soberanía y la identidad nacional, paralelamente al cuestionamiento del Estado ante las nuevas estrategias de integración regional, lo que configura el marco conceptual adecuado para el nuevo discurso de la reestructuración capitalista y de la consiguiente división internacional del trabajo.
El poder del discurso
Al hablar de la comunicación y la democracia, hay que referirse ineludiblemente a las contradicciones Capital-Trabajo, y más específicamente, a las contradicciones cualitativas existentes entre las fuerzas productivas (energía) y las relaciones de producción (información), que determinan los modernos sistemas de organización social, atravesados concretamente por múltiples contradicciones a nivel dialéctico, como por ejemplo las que tienen lugar entre la ciencia y la técnica aplicadas a la producción y el paro estructural, entre el crecimiento económico y los desequilibrios territoriales y sectoriales, entre el nivel de vida y la calidad de la misma o entre la internacionalización y concentración de los poderes económicos y los estados nacionales.
Del intento de superación o conservación de las mismas distinguiremos una política comunicativa progresiva de una reaccionaria, entendiendo, por tanto, la democracia como un proceso, y no como un modelo cerrado y ahistórico.
Evidentemente, la actual estructura internacional de la información refuerza la estructuras de dominación y control social, al servicio del poder hegemónico. La creciente concentración vertical, la transnacionalización del sector y la simbiosis del poder informativo con el político-económico están íntimamente interrelacionados con la evolución general de la economía que, a lo largo de la pasada década, ha reorganizado sus mapas de configuración espacial, mediante la privatización o desrreglamentación abusiva en la explotación comercial de los medios, allanando de paso el camino a la participación en el mercado de otras ramas de la industria de la información y de holdings o poderosas compañías comerciales, además de la banca.
Es por este motivo que las teorías críticas de la comunicación y la cultura se han centrado en las consecuencias orgánicas de la mercantilización neoliberalista implícitas en los dos proyectos de integración económica más importantes: el Tratado de Libre Comercio y la Comunidad Económica Europea.
Los presumibles efectos de desnacionalización, la pérdida del control ideológico, junto con la desestructuración social y el desmantelamiento de la cultura autóctona, liquidada cualquier forma de conciencia nacional, ha llevado a algunos autores a advertir sobre las interesadas posiciones ideológicas del nuevo discurso pseoudomodernizador, cuyo próximo y fastuoso episodio vendrá precedido por las prometedoras autopistas de la información (4).
La actual ofensiva ideológica está teniendo, sin lugar a dudas, una influencia determinante en la perspectiva política aplicada por algunos gobiernos en sus relaciones internacionales, contrariamente a lo que deberían ser sus intereses concretos como países. Dos casos que resultan similares por su modelo de integración global y las desastrosas contradicciones que el mismo está generando en sus respectivas sociedades con el de España y México.
El reciente anuncio de compra de Telecinco por la cadena Televisa demuestra la coherencia ideológica y la alianza de intereses entre ambas élites oligárquicas. La adquisición, en cuyas negociaciones tienen un papel preponderante PRISA y el GRUPO Z, ha contado con el beneplácito del gobierno español, interesado como está en asegurar el control del tercer canal privado sin dominio directo del Ejecutivo, pese a la inicial cercanía política demostrada por el propietario actual de la cadena, Silvio Berlusconi, cuyo macroimperio Fininvest se edificó al amparo y protección del Partido Socialista Italiano y, en el exterior, mediante sus contactos con dirigentes de la Internacional Socialista.
De hecho, la entrada de Azcárraga en el canal español se hace previa garantía del gobierno de unas mínimas condiciones de rentabilidad económica, merced a una menor competencia por parte de los canales públicos en lo referente a su participación en el reparto de los ingresos publicitarios y a un buen entendimiento con su competidor directo Antena 3 TV, con el que se pretende repartir el mercado de la televisión generalista en España. El director de esta última empresa, Antonio Asensio, junto con el presidente del poderoso grupo PRISA, Jesús de Polanco, han participado en la negociación en favor de Televisa con el objetivo de evitar la entrada del periódico ABC y el grupo El Correo, además de otras entidades financieras, en la órbita de la derecha española tradicional.
Ningún aliado mejor para el magnate de El País que sus homólogos mexicanos, cuya complicidad y alianza de intereses con el sistema de partido-estado comparte algunas similitudes con el modelo autoritario hegemónico en el sistema político español.
Letanías de la Sante Competitividad: la maldición malthusiana
Para España, el proceso de convergencia contemplado por el Tratado de Maasticht ha supuesto un grave desajuste y la profundización de los desequilibrios propios de una estructura económica débil y dependiente en exceso del capital exterior.
La cumbre holandesa de diciembre de 1991 presentó una CEE dispuesta a asumir un papel central en las primeras décadas del siglo XXI construyendo un nuevo espacio supranacional en el intento de implementar estrategias con dimensiones transnacionales, tal y como demandaban las nuevas condiciones impuestas por el realismo económico. Sin embargo, vista a la luz del transcurso de los últimos años, los avances hacia una mayor claridad democrática eran algo más que dudosos. En un período marcado por la radicalización de la concurrencia en el mercado internacional, cuando aún no aparece con suficiente fiabilidad cuáles serán los rasgos de la nueva división internacional del trabajo, el capital europeo se encuentra dividido y falto de un indispensable aparato estatal con el que pretendiera erigirse en centro capitalista a escala planetaria.
En efecto, en un contexto donde siguen existiendo diferenciaciones estructurales en el valor de las monedas, donde la economía de deuda favorece las operaciones especulativas, donde las tensiones inflacionistas y las evoluciones de las tasas de interés marcan la situación, las políticas económicas de la CEE privilegian el movimiento de «financiarización» de la economía en perjuicio del capital productivo. En el informe Cecchini (1992) ya se vislumbraba la lógica de dinamización neoliberal que llevaba a la hegemonía del capital financiero. En el citado informe, la Comisión fijaba cuatro ejes clave para el desarrollo económico de la Comunidad: 1.) la supresión total de los mecanismos proteccionistas en el espacio comunitario permitiendo a las empresas ampliar su escala de producción para reducir costos en un mercado único; 2.) lo cual cuestiona de manera decisiva las rentas de situación y las posiciones de monopolio; 3.) libre concurrencia a todos los efectos dando prioridad a las nuevas estrategias y empresas que se adapten con mayor rentabilidad; y 4.) los desequilibrios entre regiones que resulten de esta situación serían corregidos por ayudas de los fondos estructurales europeos. De esta forma se pretendía impulsar el proceso de transición del capitalismo nacional, fundamentalmente agroindustrial en el marco de una economía mixta, al capitalismo mundial con predominio del sector industrial-terciario y liberado de cualquier tipo de coerción -especialmente por lo que se refiere a las leyes anti-trust- que limitaban las concentraciones financieras e industriales a la hora de favorecer la creación de potentes estructuras monopólicas u oligopólicas. Es decir, se trataba de lograr la «competitividad industrial» frente al objetivo del «desarrollo» que había motivado las primeras políticas económicas de la Comunidad.
Ricardo Petrella destaca en su crítica al «Libro Blanco sobre el crecimiento, la competitividad y el empleo» cómo el establecimiento de la idea de competitividad como exigencia previa para la creación de puestos de trabajo y la recuperación económica significaba en la práctica la disminución de los costes de mano de obre, la desfiscalización de las rentas menores, reducción de los gastos públicos, prosecución de las privatizaciones y la desregulación de la economía limitando el papel del Estado a la financiación de la infraestructura y de las condiciones medioambientales más propicias para la mejora competitiva de las empresas privadas y, en definitiva, la liberalización de los mercados nacionales y el apoyo y subvención a la iniciativa privada:
» Al haber elegido dar prioridad a la competitividad global, las instancias europeas han legitimado la primacía de políticas nacionales en pro de la competitividad nacional. En este contexto, el Libro Blanco se ha visto naturalmente relegado al papel de marco de análisis y de referencia general para las políticas de cada uno de los Estados miembros. Con esto, la corriente «liberal», que supuestamente potenciará las energías creadoras de los europeos salió reforzada. La cohesión, la cooperación y la solidaridad europeas, en cambio, pagarán la factura. En efecto, si recordamos que la competitividad de las empresas y de los países se mide, grosso modo, según su capacidad de exportación y que, por ejemplo, el 65% de las exportaciones belgas están dirigidas a otros países de la UE (Francia, Países Bajos, Alemania) y el 75% de esas exportaciones a cinco países en total (los ya citados, más Italia y Reino Unido), resulta que cuanto más competitiva resulta la economía belga, más competitiva lo será, con relación a las empresas de sus cinco países asociados» (5).
En resumen, finalmente los grandes grupos capitalistas serán quienes impongan una nueva regulación precaria, a partir de sus elementos estratégicos propios diseñados a tal fin.
» La diversidad y la complejidad de las situaciones originadas por la ausencia de reglamentación de la radiodifusión en Europa han hecho aparecer una serie de asociaciones específicas entre empresas de comunicaciones, incluida el fenómeno nuevo de alianzas entre organismos de servicio público y radiodifusores privados» (6). Lo que ha producido, de este modo, un reparto de influencias entre el sector público y el privado, con una clara involución del primero, replegado sobre su base nacional en calidad de difusor y productor de audiovisuales, mientras que el sector privado se diversifica y amplifica su presencia internacional. Paralelamente, los repartos de mapas de influencia han prefigurado el dominio regional a escala europea (Berlusconi y Canal Plus, el sur. CLT y Leo Kirsh, Europa del Norte) anticipando los grandes operadores que controlan el oligopolio comunicacional del Mercado Único sin la interferencia de una eficaz legislación antimonopolio que contemple la progresiva integración tecnológica, los procesos de concentración cruzada y la creciente penetración del sector financiero en una industria tan sensible para la pluralidad de identidades que constituye Europa.
Por otra parte, la política cultural impulsada por el Gobierno español al calor de una amplia y variada panoplia de argumentaciones europeístas ha demostrado tener como único objetivo la creación de grandes grupos multimedia nacionales pensando así en mantener protegido el mercado interior e, implícitamente, el espacio público -el poder político- al igual que sus homólogos comunitarios.
Con motivo de su aniversario, al cumplir los primero cinco mil números, un editorial de El País resumía muy apropiadamente cuál era el camino obligado a seguir en materia de comunicación:
«La filosofía que sirve para otros capítulos de la economía española vale para los medios, con sus propias características: sería oportuno que los conglomerados españoles tomaran presencia en Europa e invirtiesen en el exterior» (7).
«La posición de fragilidad ante la internacionalización de los mercados», sobre la que líneas más abajo hacía hincapié el propio Augusto Delkader, justificaba así una política comunicativa privatizadora del bien público que es la información. Si el mercado único exigía una «reconversión» industrial y tecnológica de todos los sectores industriales y de servicios de los países de la Comunidad para adaptarse a un mercado mundial cada vez más competitivo, la industria nacional de la cultura y la comunicación debía superar la atomización de las empresas evitando la creciente penetración del capital extranjero mediante las alianzas y la constitución de importantes conglomerados multimedia realmente competitivos en el interior del mercado único. Y ello porque «puede ocurrir lo mismo que ha sucedido en la alimentación, seguros, finanzas, etcétera: que la penetración del capital extranjero sea muy fuerte y deje a las empresas nacionales -que al fin y al cabo son empresas ideológicas- en una posición meramente subsidiaria frente a las multinacionales europeas, y pierdan independencia».
La misma lógica neoliberal que hubo propiciado el ascenso y dominio de grupos como Bertelsman, Hachette, Fininvest, Havas, Springer, Maxwell Group o Pearson se aplican ahora al entorno nacional para el estrechamiento de lazos y consiguiente concentración de las empresas españolas. El axioma económico con hegemonía en la sociedad considera la existencia de grandes grupos de comunicación como algo no negativo por sí mismo. Al contrario, en principio es bueno porque aprovecha el potencial económico para obtener productos más baratos y de mejor calidad, siendo necesario en Europa, por otra parte, el impulso de grandes empresas competitivas frente a las multinacionales estadounidenses y niponas.
De esta forma, los Zeta, PRISA, El Correo, Grupo 16 y Moll vislumbraban a las puertas de la presente década nuevas estrategias comerciales que ampliaran su presencia en otras fases y sectores del negocio.
El influjo demiúrgico de la Unión Europea y la apertura del Mercado Único imponían pues una reorganización del sector más idónea y adecuada a las estructuras del mercado. El objetivo: ampliar su presencia, tanto horizontal como verticalmente, y expandir el radio de sus actividades a otros espacios del mercado aún sin conquistar.
En este cambio de rumbo operado por los amos de la información en España, los grupos de comunicación optaron por una doble estrategia:
«Una parte de ellos apostaron decididamente por la fórmula multimedios, como es el caso, sobre todo, del Grupo Prisa, del Grupo Godó y del Grupo El Correo. Otros, sin embargo, se han decantado por la especialización en el terreno editorial, como el Grupo Zeta, Expansión Editorial, Hachette Publicaciones o el grupo Moll, aunque esto no implicara una renuncia a participar en el negocio audiovisual» (Asensio/Antena 3) (8).
En el caso paradigmático de Prisa, la estrategia del grupo se centró en la adquisición de participaciones en compañías de televisión privadas (Canal Plus), cuyas concesiones fueron realizadas en el verano de 1989; en la participación en las subastas de licencias de FM realizadas por la Administración Central (1982-1989) y las diferentes comunidades autónomas; y en la participación o compra directa de cadenas de radio (Antena 3, de nuevo) como ya hiciera en el 82 con el Ser.
Por su parte, otras empresas como el Grupo Z prefirieron reforzar su implantación mediante procesos de concentración vertical, con el objetivo de copar mayores cotas del mercado (9).
Sin embargo, ante el creciente dominio oligopólico de la comunicación y la cultura, los efectos de la acelerada y no planificada integración del proceso de convergencia, han conllevado asimismo una quiebra del aparato burocrático del Estado, hasta ahora bajo control exclusivo del PSOE. Los estragos de la crisis económica que ha provocado una política dogmáticamente neoliberal ha terminado por resquebrajar las bases de poder sobre el que se han sustentado los grupos oligárquicos beneficiados por las reformas del felipismo (10). Aunque el declive de la hegemonía neoliberal del felipismo ha significado a su vez un reforzamiento del autoritarismo sobre la creciente oposición social.
En este sentido, las maniobras del grupo PRISA en calidad de mediador con motivo de la compra de Telecinco por parte del conglomerado Televisa se interpreta como una fórmula cuyo éxito garantizará el control total sobre la información audiovisual, sobre todo a raíz de los últimos procesos de concentración (11).
Por lo que se refiere a México, se trata sólo de un capítulo más en la escalada de concentración iniciada hace años por la principal empresa multimedia de América Latina.
No obstante, todavía es demasiado pronto para evaluar los efectos de la integración económica norteamericana, que perfilará un campo abierto al mercado de las nuevas tecnologías interactivas, como ya está sucediendo en EE.UU., donde la agudización de la competencia ha supuesto una notable inestabilidad del mercado por los rumores de compra y ventas de todos los grandes grupos de comunicación, salvo la ABC.
En este triángulo del poder burocrático, la corrupción y la autocracia en la que se ve sumergida México -así como España o Italia- las nuevas formas de un neoliberalismo en descomposición sólo pueden ser superadas mediante la constitución de un bloque social de progreso en la que se movilicen los sectores más progresistas de la sociedad en torno a una política de reconstitución de lo público. «Sin la reconstrucción de lo público resulta prácticamente imposible la articulación de un nuevo pacto social, que la actual descomposición política y social del país impone como condición de posibilidad para la implantación de cualquier programa de cambio profundo que se pretende alterno al proyecto neoliberal» (12).
Ahora bien, toda alternativa de progreso para países inmersos en crisis de Estado y procesos de segregación social debe tomar como punto de referencia el problema de la comunicación y la cultura, entendida esta última de una manera orgánica. Pues el intervencionismo constante del Estado neoliberal orientado al vaciamiento de lo público y al desmantelamiento de los espacios intermedios de participación tienen como eje estructurador el poder discursivo que otorga el manejo de la técnica y de los modernos medios electrónicos de comunicación (13).
De lo contrario, comunicación, democracia y cooperación internacional vendrán significando desigualdad económica, autocracia y oligarquía, o lo que es lo mismo, imperialismo de las multinacionales.
NOTAS
.1.- En la XIX Conferencia General de la UNESCO en Nairobi, se constituyó la Comisión Internacional sobre los problemas de la comunicación, que marcaría toda una ruptura histórica con los planteamientos hegemónicos de libre-flujo, defendido por EE.UU. La UNESCO fue entonces el epicentro de las pugnas políticas a nivel internacional, cuando por primera vez un organismo dependiente de las Naciones Unidas logró un relativo consenso de los países del denominado Tercer Mundo, en torno a la necesidad de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, cuya propuesta suscitó el rechazo estadounidense y sus socios del gobierno inglés boicoteando toda estrategia política de reequilibrio, o regulación, del mercado comunicativo y cultural entre países del Norte y del Sur. Cfr. Sean Mac Bride «Un solo mundo, voces múltiples», UNESCO/FCE, Madrid, 1988; Joseph Gifreu «El debate internacional de la comunicación», Ariel, Barcelona, 1986.
2.- Armand Mattelart «La comunicación-mundo. Historia de las ideas y de las estrategias», Fundesco, Madrid, 1994.
3.- Sobre la lógica posmoderna del fin de la historia, y el papel «purificador» de la cultura en los nuevos sistemas de organización social basta leer al sociólogo norteamericano Daniel Bell («Las contradicciones culturales del capitalismo», Alianza Universidad) que es bastante explícito a la hora de clarificar cuál es el objetivo social del discurso renovado por la derecha.
4.- Javier Esteinou, «La comunicación y la cultura nacional en los tiempos del libre comercio», Fundación Manuel Buendía, México, 1994.
5.- Ricardo Petrella «Letanías de la Santa Competitividad», Cuatrosemanas, número 14, marzo 1994, pp. 12 y 13.
6.- André Lang y Ad Van Loon «Concentración multimedia. La reglamentación actual en Europa», Telos, número 25, p. 67.
7.- «Los media europeos», El País, viernes 28 de diciembre de 1990, número extra, p. 57.
8.- «Los grupos de comunicación españoles redefinen sus estrategias», Noticias de la comunicación, 30 de marzo – 5 de abril de 1992, número 43, p. 13.
9.- Para un estudio más detallado de la situación empresarial de los principales grupos españoles al iniciar la presente década Cfr. José Tallón «Concentración informativa y empresarial en la industria de la comunicación».
10.- Marcelino Camacho «Poner fin a la corrupción. Acabar con la autocracia felipista-oligárquica», ABC, domingo 8 de mayo de 1994, p. 50.
11.- Javier Bardaji «Televisa, tras Telecinco. La cadena mexicana, apunto de comprar el canal español», El Mundo, viernes 7 de octubre de 1994.
«Jesús de Polanco y la cadena mexicana Televisa ultiman su alianza para entrar juntos en Tele 5», Diario 16, sábado 8 de octubre de 1994, p. 83.
12.- «Lo público como eje de un nuevo proyecto nacional», Coyuntura, junio de 1994, p. 16.
13.- Sergio Zermeño «El Estado neoliberal y el vaciamiento de lo público», Coyuntura, junio de 1994, p. 19.